Toon Maes: la paleta dividida.-a

Retrato femenino de Toon Maes

Biografía

(Antoine Gustave Albert Maes, según su partida de nacimiento) nació en 1911 en Deinze, un pueblo ubicado a algunos kilómetros de Gante, en la parte flamenca de Bélgica. Durante los años '30, mientras comenzaba su carrera artística en la órbita del expresionismo flamenco, militó en un movimiento nacionalista de ultraderecha llamado DINASO, cuyo líder -Joris van Severen- era un admirador de Hitler.
Con la ocupación de Bélgica por las tropas alemanas en mayo de 1940, la mayor parte de esos militantes se puso al servicio del gobierno de ocupación, donde la Wehrmacht compartía el poder y a menudo rivalizaba con las SS. De los distintos grupos colaboracionistas, Maes se incorporó al más cercano a Himmler, el DeVlag (Duits-Vlaamsche Arbeidgemeenschap, asociación de trabajo germano-flamenca), que militaba por una anexión lisa y llana de Flandes al Tercer Reich.
Entre septiembre de 1943 y el mismo mes de 1944 ejerció el importante cargo de jefe del Servicio de Propaganda de esa organización, cuyos miembros eran todos SS y cuyas principales actividades consistían en el reclutamiento de jóvenes belgas para la policía y el frente del Este, la difusión de material pronazi y antisemita y la denuncia a los alemanes de miembros reales o supuestos de la resistencia.    
Cuando las tropas norteamericanas entraron en Bruselas, Toon Maes ya se había escapado a Alemania, llevándose una valiosa colección de cuadros adquiridos en condiciones dudosas. El 12 de julio de 1945, el Consejo de Guerra de Amberes lo condenó a una pena de prisión y al retiro de su nacionalidad belga por colaboración con el enemigo. Algunos meses más tarde, el mismo cuerpo transformó esa pena en una condena a muerte por contumacia.
 Muchos años después, el apátrida Maes contaría que en 1977, al volver clandestinamente a su país utilizando una cédula de la provincia de Río Negro, había ido directamente a ver al presidente del tribunal que lo había condenado a muerte. La anécdota no se puede verificar, pero el hecho de que la difundiera prueba al menos una cosa: su falta de arrepentimiento.
El 9 de diciembre de 1950 Maes llegó a Buenos Aires, aprovechando la buena acogida dada a los nazis y sus aliados por el gobierno peronista. Dos años más tarde se instaló en Bariloche y, protegido por algunos amigos que le dieron trabajo en el Hotel Tres Reyes, comenzó a pintar y pronto, a enseñar a pintar. Sus óleos son paisajes, temas religiosos, retratos y, en los últimos años antes de su muerte en 1986, desnudos femeninos. Su estilo, siempre figurativo, es el de un vástago algo anacrónico del expresionismo flamenco de su juventud, matizado por el naturalismo de los paisajistas locales. En ninguno de ellos se ve nada que se parezca a propaganda nazi o nostalgia de la guerra. Las escasísimas figuras de militares que aparecen aquí o allá en sus telas son tristes y más bien siniestras. Lo mismo que todos sus autorretratos.

EL DILEMA DEL HOMBRE Y LA OBRA

Maes era nazi, pero su pintura no lo era. Ése fue uno de los problemas fundamentales en torno de su figura al escribir "El pintor de la Suiza argentina", publicado en 1991 por la editorial Sudamericana.
Toon Maes pertenecen a la historia de la pintura de Bariloche y de la Patagonia. Desde ese punto de vista son interesantes, aunque más no sea por la singularidad de su trayectoria estilística. Influido, desde los albores del óleo, por pintores belgas como Bruegel, Roger van der Weyden, Hans Memling, Quintín Metsys y Pedro Pablo Rubens y expresionistas de principios del siglo XX como Van der Berghe y James Ensor, Maes adhirió pictóricamente a este último movimiento. Expresionismo significa, ante todo, revolución. Dice el crítico René Huyghes: "es también un grito de una revolución individual frente a corrientes artísticas convencionales en medio de una sociedad jerarquizada y moralizada". Hoy diríamos "pacata".

Maes fue arquitecto, pero ante todo fue pintor, un creador. No entendía de políticas. Vivió la guerra bajo la opresión nazi, como cualquier otro belga. Su pecado mortal fue invitar a exponer en Dienze a un pintor alemán. Las guerras son lamentables y horrorosas contingencias de la historia. El arte es una vitalidad permanente a través tiempo. La historia de la ciencia nos ha demostrado que es una continuidad del pensamiento de un científico que descubre algo a otro científico que más tarde llevará ese saber más allá y así sucesivamente un descubrimiento es la base de otro descubrimiento. La muerte física de un científico no detiene a la ciencia.


El arte es distinto. La obra de un artista es única, empieza y termina con él, ya sea un escritor, un músico, un escultor o un pintor. La creación espiritual, la emoción individual sobre la que se basa toda obra de arte es única e intransferible. Cuando alcanza el estadio de obra de arte se convierte en un bien cultural universal. Quiere decir que nos pertenece a todos, porque la obra de arte universal es en sí un patrimonio de nuestra cultura como especie humana. 

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