Nº 70.-Diccionario.-a

70
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El ducado de Sueca
Escudo del ducado de Sueca. Blasonado:
"jaquelado de quince piezas de oro y azur".


El ducado de Sueca es un título nobiliario español, de Aragón, con grandeza de España de primera clase. Fue creado con dicha grandeza por el rey Carlos IV, mediante Real Decreto del 28 de diciembre de 1803 y Real Despacho del 7 de marzo de 1804, en favor de Manuel de Godoy y Álvarez de Faria, su primer ministro, a quien ya había otorgado los títulos de duque de la Alcudia (1792) y príncipe de la Paz (1795), y el empleo de generalísimo de los Reales Ejércitos (1801).
En los años siguientes el mismo rey le concedería también el título de barón de Mascalbó (1806) y el empleo de almirante general de la Real Armada, con tratamiento de Alteza Serenísima (1807).
El concesionario fue caballero de las Órdenes del Toisón de Oro, Cristo y Santiago, bailío sanjuanista y gran cruz de Carlos III, entre otras dignidades y condecoraciones españolas y extranjeras, miembro del Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid, regidor perpetuo de esta villa y de las ciudades de Santiago, Cádiz, Málaga, Écija, Burgos, Valencia, Segovia y Ronda, veinticuatro de la de Sevilla, etc.
En 1808, a raíz del Motín de Aranjuez, Godoy fue depuesto de sus cargos por el flamante rey Fernando VII, quien ordenó la confiscación de sus bienes y revocó las mercedes que le había concedido Carlos IV. Pero al final de su vida, en 1847, todas le fueron rehabilitadas por la reina Isabel II, a excepción del principado de la Paz, que se consideró contrario a la tradición nobiliaria española.
Godoy obtuvo así mismo el título portugués de conde de Evoramonte (1797), merced de la reina María I, y el romano de príncipe de Bassano, que le otorgó durante su exilio el papa Pío VIII, tras adquirir el feudo de Bassano di Sutri, situado entre Roma y Viterbo.

Por haber casado en primeras nupcias con María Teresa de Borbón y Vallabriga, fue conde de Chinchón, con grandeza, y conde de Boadilla del Monte. Y por su segundo matrimonio con Josefa de Tudó y Catalán, conde de Castillo Fiel.
Entre otros señoríos poseyó los de la Albufera en Valencia, Albalá y la Serena8​ en Extremadura y el Soto de Roma en la Vega de Granada, estados que adquirió de la Corona por compra o permuta.
Además, fue comendador de Valencia del Ventoso, Ribera y el Aceuchal en la provincia de León de la Orden de Santiago, por lo que gozaba de rentas y derechos señoriales en dichos lugares y en otros como la Puebla del Prior, todo en la actual provincia de Badajoz.
La denominación del ducado alude a la ciudad de Sueca, capital de la comarca de la Ribera Baja en la provincia y comunidad de Valencia. Cuando se otorgó la merced, la entonces villa de Sueca era la principal población del señorío de la Albufera, que el concesionario había adquirido un año antes. Este estado del reino de Valencia había sido durante siglos una posesión de la Orden de Montesa, hasta que en 1802 el rey Carlos IV, como administrador perpetuo del maestrazgo, lo vendió a Godoy con todos sus derechos anejos al precio de cinco millones y medio de reales. Se trataba de un señorío de gran importancia económica, pues confería al titular no solo la jurisdicción de los lugares ribereños de la albufera de Valencia, sino también los derechos de pesca en este lago litoral de agua salobre y los derechos de riego de sus feraces marjales y huertas. Carlota Luisa de Godoy y Borbón, la ii duquesa de Sueca, hija del concesionario, litigó hasta finales del siglo XIX contra el ayuntamiento de Sueca para evitar la extinción de estos derechos señoriales.

La villa de Sueca obtuvo el título de ciudad en 1899 por concesión de la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, regente por la menor edad de su hijo el rey Alfonso XIII.

TitularPeriodo
Duques de Sueca
(creación por Carlos IV)
IManuel de Godoy y Álvarez de Faria1804-1808
Incorporado a la Corona1808-1829
Adjudicado post mortem a María Teresa de Borbón y Vallabriga1829-1830
IICarlota Luisa Manuela de Godoy y Borbón1830-1886
IIICarlos Luis Rúspoli y Álvarez de Toledo1887-1936
IVCamilo Carlos Adolfo Rúspoli y Caro1940-1975
VCarlos Oswaldo Rúspoli y Morenés1978-2016
VILuis Carlos Ruspoli y Sanchiz2018-hoy

Historia genealógica

Linaje de Godoy

Los Godoy eran un linaje extremeño hidalgo, oriundo de la villa de Castuera y establecido a principios del XVIII en la ciudad de Badajoz, de la que fueron regidores perpetuos.

El 7.º abuelo del prímer duque fue

• Francisco de Godoy, que de su matrimonio con María García tuvo por hijo a otro

• Francisco de Godoy. Este casó con María Romero y fueron padres de un tercer

• Francisco de Godoy y Romero, vecino de Castuera. Casó con Isabel Núñez y de esta unión fue hijo

• Bartolomé de Godoy y Núñez, que nació en Castuera el 12 de junio de 1586. En 1639 fue alcalde de la Santa Hermandad y elector del ayuntamiento por el estado noble de dicha villa. Casó con Leonor Morillo y Díaz y procrearon a

• Bartolomé de Godoy y Morillo que recibió el bautismo en Castuera el 7 de mayo de 1634 y fue elector y alcalde noble de esta villa, donde casó el 13 de octubre de 1658 con Petronila de Cáceres Morillo de Tena. Tuvieron por hijos a

Bartolomé de Godoy,
Alonso de Godoy de Ovando y Cáceres, que sigue,
y Miguel de Godoy, que fue alcalde noble de la Santa Hermandad de Castuera en 1695 y 1700.

Su hijo

• Alonso de Godoy de Ovando y Cáceres fue alcalde noble de Castuera, donde había nacido el 9 de enero de 1666. Hizo información de nobleza en esta villa el 13 de mayo de 1711. Tuvo por mujer a Ana de Cáceres y Morillo, y ambos fueron enterrados en la iglesia parroquial de Castuera, donde habían contraído matrimonio. Fueron padres de

Luis Vicente de Godoy y Cáceres, que sigue,
y de Ana de Godoy y Cáceres.

El abuelo del príncipe de la Paz fue

• Luis Vicente de Godoy y Cáceres, regidor perpetuo de Badajoz, teniente de corregidor de esta ciudad y alcalde noble de su Santa Hermandad en 1728. Natural de Castuera, fue bautizado el 31 de enero de 1705 y ganó ejecutoria de nobleza de la Real Chancillería de Valladolid.

Casó en Badajoz con Antonia de los Ríos y Landero, hija de José Sánchez de los Ríos y de Inés Rodríguez Landero, y nieta de Francisco Sánchez de los Ríos Dorado y de Francisca Sánchez, naturales los cinco de Badajoz. De este matrimonio nacieron

María Micaela de Godoy y Sánchez de los Ríos,
José de Godoy y Sánchez de los Ríos, que sigue,
Lucía de Godoy y Sánchez de los Ríos,
Vicente de Godoy y Sánchez de los Ríos,
Francisca de Godoy y Sánchez de los Ríos y
Ana de Godoy y Sánchez de los Ríos.

Su hijo

• José de Godoy y Sánchez de los Ríos, nacido en Badajoz el 14 de noviembre de 1731, fue regidor perpetuo y alcalde noble de la Santa Hermandad de esta ciudad, gobernador del Consejo de Hacienda y caballero gran cruz de la Orden de Carlos III.12​

Casó el 19 de junio de 1757, en la iglesia pacense de San Andrés, con María Antonia Justa Álvarez de Faria y Sánchez Zarzosa, dama de la reina María Luisa de Parma, nacida en Badajoz el 9 de agosto de 1732. Fueron padres de

José de Godoy y Álvarez de Faria, canónigo de la Catedral de Badajoz y después de la Primada de Toledo.
Luis de Godoy y Álvarez de Faria, teniente general de los Reales Ejércitos, capitán general de Extremadura, caballero de Santiago desde 1787, que nació en Badajoz el 9 de julio de 1761 y murió hacia 1800. Casó en Madrid el 7 de enero de 1792 con Juana Regis de Armendáriz y Samaniego, vii vizcondesa de la Armería, que en 1801 volvió a casar con el IV marqués de Portago. Nacida en Madrid hacia 1770 y fallecida en la misma villa el 20 de noviembre de 1819, era hija de Juan Esteban de Armendáriz y Monreal, ii marqués de Castelfuerte, señor del palacio cabo de armería y lugar de Ezcay en Navarra, coronel de Caballería, gentilhombre de Cámara de S.M., natural de Pamplona, y de María Donata de Samaniego y Pizarro, su segunda mujer (en primeras nupcias de ella), VI vizcondesa de la Armería, dama de honor de la reina María Luisa de Parma y de su Orden de Damas Nobles, nacida en Valladolid e hija de los III marqueses de Monte Real. Sin descendencia.
Diego de Godoy y Álvarez de Faria, duque de Almodóvar del Campo, teniente general de los Reales Ejércitos, caballero de las Órdenes de Calatrava (1794) y Carlos III (1803), natural de Badajoz.
Manuel de Godoy y Álvarez de Faria, que sigue.
María Antonia de Godoy y Álvarez de Faria, dama de la Orden de María Luisa, nacida en Badajoz y finada en Génova el 25 de julio de 1836. Casó en Madrid el 15 de agosto de 1790 con Miguel de la Grúa Talamanca de Carini y Branciforte, i marqués de Branciforte, grande de España, teniente general de los Reales Ejércitos, virrey de la Nueva España y presidente de la Junta Superior de Hacienda de este reino, que nació en Palermo hacia 1755 y falleció en Marsella el 1.º de junio de 1812.
Y María Ramona de Godoy y Álvarez de Faria, dama de la Orden de María Luisa, que casó con Manuel Cándido Moreno Aguilar y Cidoncha, i conde de Fuenteblanca, caballero pensionista de la Orden de Carlos III, nacido en Calera de León el 9 de septiembre de 1750.

Duques de Sueca

El primer duque fue

• Manuel de Godoy y Álvarez de Faria, príncipe de la Paz, i marqués y duque de la Alcudia, i duque de Sueca, dos veces grande de España de primera clase, y i barón de Mascalbó, todo por merced del rey Carlos IV, de quien fue valido y primer ministro. También fue i príncipe de Bassano (título romano) y i conde de Evoramonte (portugués). Nació en Badajoz el 12 de mayo de 1767 y falleció en París el 4 de octubre de 1851.

Casó dos veces. La primera en el Monasterio del Escorial el 2 de octubre de 1797 con María Teresa de Borbón y Vallabriga, xv condesa de Chinchón, también con grandeza de primera clase, y i condesa de Boadilla del Monte, hija del infante Don Luis de Borbón, que había sido cardenal y arzobispo de Toledo, y de María Teresa de Vallabriga y Rozas. Este matrimonio fue muy desavenido, y los cónyuges vivieron separados a partir de 1808.

Tras enviudar de la condesa de Chinchón en 1828, Godoy contrajo nuevas nupcias al año siguiente con la que había sido su amante durante un cuarto de siglo: Josefa de Tudó y Catalán (Pepita), que por influencia suya había sido creada condesa de Castillo Fiel en 1807.7​

Del primer matrimonio fue unigénita
Carlota Luisa Manuela de Godoy y Borbón, que sigue.

Y con la segunda tuvo dos hijos adulterinos, que quedaron legitimados por el subsiguiente matrimonio de los progenitores:
Manuel Luis de Godoy y Tudó, ii príncipe Godoy de Bassano, ii conde de Castillo Fiel, caballero de la Orden militar de Santiago (1867), bailío gran cruz de la de San Juan de Jerusalén y comendador de las de Cristo (romana) y Avís (portuguesa) que nació en Madrid el 29 de marzo de 1805 y finó en la misma villa el 24 de agosto de 1871. Casó en París el 15 de noviembre de 1827 con María Carolina Crowe y O’Donovan, dama de honor de la emperatriz Eugenia de Montijo, nacida en Londres en 1807 y finada en París el 4 de diciembre de 1878, hija de sir Lawrence Crowe y de Lucinda O’Donovan O’Neill, naturales de Dublín. Con sucesión.
Y Luis Carlos de Godoy y Tudó, que nació en 1807 y murió niño en Pisa año de 1818.

Por Real Carta del 18 de junio de 1830,1​ sucedió su hija del primer matrimonio:

• Carlota Luisa Manuela de Godoy y Borbón, ii duquesa de Sueca, xvi condesa de Chinchón, i marquesa de Boadilla del Monte, dos veces grande de España de primera clase, ii condesa de Evoramonte en Portugal, dama de la Orden de María Luisa y de la portuguesa de Santa Isabel. Nació en Madrid el 7 de octubre de 1800 y falleció en París el 13 de mayo de 1886.

Casó con real licencia en Roma, el 8 de noviembre de 1821, con Camilo Rúspoli y Khevenhüller-Metsch, príncipe romano y del Sacro Imperio, jefe del escuadrón de Dragones del papa León XII, caballero de la Orden de Malta, gran cruz de la de Carlos III y maestrante de Granada. Nacido en Roma el 20 de marzo de 1788 y finado en Florencia el 30 de julio de 1864, fue el tercer hijo varón de Francesco Ruspoli, iii príncipe de Cerveteri, iii marqués de Riano y viii conde de Vignanello (títulos romanos), gran maestre del Sacro Hospicio Apostólico, caballero del Toisón de Oro (rama austriaca), chambelán del emperador Francisco II y su embajador en Roma,13​ y de la condesa Leopoldina de Khevenhüller-Metsch, su segunda mujer; nieto de Alessandro Ruspoli, ii príncipe de Cerveteri etc., y de Prudenza Marescotti Capizucchi, su segunda mujer y prima carnal, y materno del príncipe Johann Sigismund Friedrich von Khevenhüller-Metsch, también embajador imperial en Roma, y de la princesa Amalia de Liechtenstein. De este matrimonio nacieron dos hijos varones:

Adolfo Rúspoli y Godoy, ii duque de la Alcudia, grande de España, iii conde de Evoramonte, nacido en Burdeos el 28 de diciembre de 1822, que residió principalmente en Madrid y murió viudo en París el 4 de febrero de 1914. Casó con Rosalía Álvarez de Toledo y Silva, nacida en Nápoles el 2 de enero de 1833, que falleció prematuramente en Lucca el 11 de julio de 1865. Hija de Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo y Palafox, xvii duque de Medina Sidonia, xiii marqués de Villafranca, etc., cuatro veces grande de España, que fue embajador en San Petersburgo del rey carlista Carlos V, y después —pasado al servicio de Isabel II— senador, gentilhombre y caballerizo mayor de la reina, gran cruz de Carlos III y teniente hermano mayor de la Real Maestranza de Sevilla, y de Joaquina de Silva y Téllez-Girón, su mujer, de los marqueses de Santa Cruz. Fueron padres de
Carlos Luis Rúspoli y Álvarez de Toledo, que sigue;
Joaquín Rúspoli y Álvarez de Toledo, que nació en Madrid el 26 de septiembre de 1859 y falleció en 1904;
José Rúspoli y Álvarez de Toledo, que nació en Madrid el 21 de agosto de 1861 y finó en 1948;
María Teresa Rúspoli y Álvarez de Toledo, que nació en Madrid el 26 de noviembre de 1863 y falleció el 23 de marzo de 1958 en París, donde había casado el 17 de septiembre de 1883 con Henri Cognet de Chappuis de Maubou, hijo de Albin Cognet de la Roue y de Marguerite de Chappuis de Maubou. Con posteridad.
Ignacio Camilo Rúspoli y Álvarez de Toledo (1865-1930), que nació en Pau (Francia) el 31 de enero de 1865 y finó en Madrid el 15 de abril de 1930. Casó con María del Pilar Navacerrada y tuvo descendencia.
María Elena Rúspoli y Álvarez de Toledo, nacida en París el 5 de enero de 1878,
y Pedro de Alcántara Rúspoli y Álvarez de Toledo, nacido en París el 28 de octubre de 1879.

Y Luis Rúspoli y Godoy, ii marqués de Boadilla del Monte, caballero de honor y devoción de la Orden de Malta, que nació en Roma el 22 de agosto de 1828 y heredó de su padre la villa familiar de Florencia, donde falleció el 21 de diciembre de 1893. Casó dos veces con señoras naturales de esta ciudad. La primera el 5 de octubre de 1852 con Matilda Martellini, nacida el 3 de noviembre de 1819 y finada el 8 de septiembre de 1855, hija del marqués Leonardo Martellini, comendador de la Orden de San José y prior de Pietrasanta en la de San Esteban, consejero y chambelán del gran duque Leopoldo II de Toscana y mayordomo mayor de la gran duquesa viuda María Fernanda, y de su mujer la marquesa María, nacida Nobili, camarera mayor de la misma gran duquesa.14​ Y contrajo segundas nupcias el 7 de febrero de 1863 con Emilia Landi (dei nobili Landi, patrizi di Firenze), nacida el 26 de junio de 1824 y fallecida el 5 de enero de 1894. Con descendencia de ambas, extinta a la segunda generación (véase la voz Marquesado de Boadilla del Monte).

Por Real Carta del 31 de enero de 1887,1​ sucedió su nieto

• Carlos Luis Rúspoli y Álvarez de Toledo (1858-1936), iii duque de Sueca y iii de la Alcudia, xvii conde de Chinchón, tres veces grande de España, iv conde de Evoramonte en Portugal, que nació el 1.º de marzo de 1858 en Madrid, donde murió asesinado el 10 de noviembre de 1936.

Casó dos veces: primera con María del Carmen Caro y Caro, nacida el 18 de mayo de 1865 en Madrid, donde falleció el 24 de abril de 1907. Era hermana de Carlos, conde de Caltavuturo, y de Rosalía Caro y Caro, la consorte del xix duque de Medina Sidonia, e hija de Carlos Caro y Álvarez de Toledo, xviii conde de Caltavuturo, de los marqueses de la Romana, y de María de la Encarnación Caro y Gumucio, su mujer.

Y en segundas nupcias casó con Josefa Pardo y Manuel de Villena, de quien no hubo prole, condesa de la Granja de Rocamora, hija de Arturo Pardo e Inchausti, diputado a Cortes, senador vitalicio, gran cruz de Carlos III, maestrante de Zaragoza y gentilhombre de Cámara de S.M. con ejercicio y servidumbre, y de María Isabel Manuel de Villena y Álvarez de las Asturias-Bohorques, xiii marquesa de Rafal, ix condesa de Vía Manuel, etc., dos veces grande de España.

Del primer matrimonio nacieron:

Rosalía Blanca Rúspoli y Caro, que nació en París el 5 de agosto de 1898 y falleció en Madrid el 28 de junio de 1926. Casó en San Sebastián el 6 de julio de 1921 con Alonso Álvarez de Toledo y Mencos, su primo segundo, iv duque de Zaragoza, vii marqués de Miraflores y ix de Casa Pontejos, xi conde de Eril y xii de los Arcos, cinco veces grande de España, xi marqués de San Felices de Aragón y VIII de Lazán, maestrante de Sevilla, embajador de España de carrera, que nació el 28 de noviembre de 1896 en Madrid, donde falleció el 2 de abril de 1990, habiendo contraído segundas nupcias en 1935 con Rosario Mencos y Armero, que también era su prima segunda, de los marqueses del Nervión. Tuvieron por hija única a
María del Rosario Álvarez de Toledo y Rúspoli, x marquesa de Casa Pontejos, grande de España, que nació el 5 de noviembre de 1923 en Madrid, donde murió soltera el 12 de febrero de 2017.

María de la Encarnación Rúspoli y Caro, que nació el 5 de mayo de 1901 en Madrid, donde finó el 5 de julio de 1965. Casó en esta villa y corte el 26 de abril de 1930 con Mariano del Prado y O’Neill, ix marqués de Acapulco, x de Caicedo, iii de los Ogíjares y iii del Rincón de San Ildefonso, ii conde de Buelna, nacido el 15 de septiembre de 1901 en Madrid, donde falleció en 1963. Con sucesión.
Y Camilo Carlos Adolfo Rúspoli y Caro, que sigue.

Por acuerdo de la Diputación de la Grandeza de 1940,2​ Decreto de convalidación del 30 de marzo de 195115​ y Carta del 22 de febrero de 1952,1​ sucedió su hijo

• Camilo Carlos Adolfo Rúspoli y Caro, iv duque de Sueca y iv de la Alcudia, xviii conde de Chinchón, tres veces grande de España, v marqués de Boadilla del Monte, caballero de honor y devoción de la Orden de Malta y maestrante de Granada. Nació el 5 de junio de 1904 en Madrid, donde expiró el 20 de noviembre de 1975.

Casó en San Sebastián el 7 de octubre de 1931 con María de Belén Morenés y Arteaga, xviii condesa de Bañares, dama de la misma Orden y Maestranza, nacida en dicha ciudad el 18 de agosto de 1906 y finada en Madrid el 30 de abril de 1999, hija de Luis Morenés y García-Alessón, i marqués de Bassecourt, diputado a Cortes, gentilhombre de Cámara de S.M. con ejercicio y servidumbre, caballero maestrante de Zaragoza y del Real Cuerpo de la Nobleza de Cataluña, comendador de la Legión de Honor de Francia, y de María de las Mercedes de Arteaga y Echagüe, su mujer, de los duques del Infantado, xvii marquesa de Argüeso y xiv de Campoo, xiv condesa de Villada y xvii de Bañares, grande de España, dama de la reina Victoria Eugenia y de la Real Maestranza de Zaragoza. Fueron padres de

Carlos Oswaldo Rúspoli y Morenés, que sigue.
Luis Adolfo Rúspoli y Morenés, vi marqués de Boadilla del Monte, ii barón de Mascalbó,16​ caballero de honor y devoción de la Orden de Malta y maestrante de Granada. Nació el 28 de noviembre de 1933 en Madrid, donde falleció el 25 de mayo de 2011.17​ Casó tres veces: la primera en Madrid el 19 de septiembre de 1960 con María del Carmen Sanchiz y Núñez-Robres, xiii marquesa de la Casta, nacida en Madrid el 28 de febrero de 1942, hija de Hipólito Sanchiz y Arróspide, conde de Valdemar de Bracamonte, de los marqueses del Vasto, y de María del Pilar Núñez-Robres y Rodríguez de Valcárcel, su mujer, de los marqueses de Montortal. Divorciado de esta señora, volvió a casar con Melinda d’Eliassy y Mallet, directora de relaciones exteriores de Chanel en España, que había sido madrastra del presidente de Francia Nicolas Sarkozy. Nacida en Budapest el 16 de abril de 1942 y finada en Madrid 15 de diciembre de 2004, había estado antes casada dos veces: con Paul Sarkozy de Nagy-Bocsa y con Alfonso Calparsoro y Pérez-Navarro,18​ y era hija del diplomático húngaro István d’Eliassy y de Véronique Mallet, su mujer, hija a su vez del banquero francés Ernest Mallet y de la británica lady Mabel Saint Aubyn, de los barones de Saint Levan. Y tras un nuevo divorcio, el marqués contrajo terceras nupcias en Pozuelo de Alarcón el 26 de noviembre de 1999 con Olga Subirana y Pita, nacida en Madrid el 2 de marzo de 1943 y que había estado casada con Juan Eguilior y Puig de la Bellacasa,19​ hija de Luis Subirana Rodríguez y de Carmen Pita y Arechavala. Solo tuvo descendencia del primer matrimonio, del que nacieron:
María Mónica Ruspoli y Sanchiz, viii marquesa de Boadilla del Monte (desde 2019), nacida el 27 de agosto de 1961 en Madrid, donde casó el 20 de mayo de 1988 con Alonso Dezcallar y Mazarredo, diplomático de carrera, embajador de España en Mauritania y en Croacia, nacido en Madrid el 12 de agosto de 1958, hijo de Rafael Dezcallar y Blanes, coronel de Infantería de Marina, de noble linaje mallorquín, y de María Teresa de Mazarredo y Beutel, su mujer, de los marqueses de Villora. Tienen dos hijas: Mónica y Belén Dezcallar y Rúspoli.
Luis Carlos Ruspoli y Sanchiz, que seguirá, actual duque de Sueca.
Belén Ruspoli y Sanchiz, nacida el 10 de mayo de 1964 en Madrid, donde casó el 19 de abril de 1996 con el noble italiano Cesare Passi e Ferrero, caballero de la Orden de Malta, que goza del tratamiento y predicado de «conde Cesare Passi di Preposulo», nacido en Treviso el 4 de diciembre de 1950, hijo segundo del conde Gian Luca Passi di Preposulo e Zigno, caballero de la misma Orden, y de Elisabetta Ferrero di Cambiano, su mujer, dei marchesi di Cambiano e Cavallerleone.20​ Tienen tres hijos: Alejandro, Carmen y Luca Passi y Ruspoli.
Y Santiago Rúspoli y Sanchiz, nacido el 16 de junio de 1971 en Madrid, donde falleció soltero e incapacitado el 2 de mayo de 1996.

Y Enrique Jaime Rúspoli y Morenés, xix conde de Bañares, nacido en Madrid 2 de febrero de 1935, guardia noble y gentilhombre de S.S. el Papa, caballero de las Órdenes de Malta y Piana y de la Real Maestranza de Granada. Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense y profesor en ella de Teoría del Conocimiento, miembro de los patronatos del Museo del Prado, la Fundación Tomás Moro y la Fundación Ideas e Investigaciones Históricas. Hombre de vastísima cultura, es autor de monografías sobre filosofía e historiografías, varias de ellas sobre la figura de su antepasado Manuel Godoy,21​ y ha publicado numerosos artículos sobre temas filosóficos, estéticos y culturales en revistas especializadas y en la prensa diaria. Último dueño hereditario del Palacio del Infante Don Luis, donde organizaba conciertos y seminarios sobre música clásica. En mayo de 1998 se lo expropió el ayuntamiento de Boadilla del Monte con una fuerte indemnización.22​

Por Orden publicada en el BOE del 12 de julio de 197823​ y Real Carta del 5 de mayo de 1979,1​ sucedió su hijo

• Carlos Oswaldo Rúspoli y Morenés (1932-2016), v duque de Sueca y v de la Alcudia, xix conde de Chinchón, tres veces grande de España, caballero de Malta y de la Real Maestranza de Granada, que nació en San Sebastián el 5 de agosto de 1932 y falleció viudo y sin descendencia en Madrid el 25 de octubre de 2016.

Casó en 1980, en el palacio de Boadilla, con María del Rosario Herbosch y Huidobro, finada en febrero de 2016,24​ hija del belga Olivier Herbosch Lodie y de la española María del Rosario Huidobro y Cavanilles. Sin posteridad.

Actual titular

Por Orden publicada en el BOE del 4 de julio de 201825​ y Real Carta del 12 de julio siguiente, sucedió su sobrino

• Luis Carlos Ruspoli y Sanchiz, vi y actual duque de Sueca, vi duque de la Alcudia, xx conde de Chinchón, vii marqués de Boadilla del Monte y iii barón de Mascalbó, tres veces grande de España de primera clase, nacido el 4 de abril de 1963. Arriba filiado como nieto del iv duque: hijo de Luis, el vi marqués de Boadilla del Monte.

En 1997 sucedió en título de barón de Mascalbó por cesión de su padre; en 2012 en el marquesado de Boadilla por muerte del mismo, y en 2018 en las tres grandezas por fallecimiento de su tío Carlos. En 2019 cedió el ducado de la Alcudia a su hijo primogénito, la baronia de Mascalbó al segundogénito y el marquesado de Boadilla del Monte a su hermana mayor.

Casó en Madrid el 8 de febrero de 1992, iglesia de San Francisco de Borja, con María Álvarez de las Asturias-Bohorques y Rumeu, hija de Luis Álvarez de las Asturias-Bohorques y Silva, de los duques de Gor, caballero maestrante de Granada, y de María Leticia Rumeu de Armas y Cruzat, su mujer, de los marqueses de Casa Argudín.26​

Tienen cuatro hijos varones:

Carlos Ruspoli y Álvarez de las Asturias-Bohorques, vii duque de la Alcudia, grande de España, inmediato sucesor en la casa de Sueca, caballero maestrante de la Real de Granada, nacido en Madrid el 10 de agosto de 1993.
Luis Ruspoli y Álvarez de las Asturias-Bohorques, iv barón de Mascalbó, maestrante de Granada, nacido en Madrid el 24 de agosto de 1994.
Juan Ruspoli y Álvarez de las Asturias-Bohorques, maestrante de Granada, nacido en Madrid el 20 de octubre de 1996.
Y Jaime Ruspoli y Álvarez de las Asturias-Bohorques, maestrante de Granada, nacido en Madrid el 10 de marzo de 2000.

El ducado de la Alcudia


El ducado de la Alcudia es un título nobiliario español, de Castilla, con grandeza de España de primera clase. Fue creado por el rey Carlos IV, mediante Real Decreto del 10 de junio de 1792 y Real Despacho del 4 de julio siguiente, en favor de Manuel de Godoy y Álvarez de Faria, marqués de la Alcudia, generalísimo de los Reales Ejércitos, primer ministro de la Monarquía, etc., caballero de las Órdenes del Toisón de Oro y Santiago, bailío de la de San Juan y gran cruz de la de Carlos III.​
Esta merced se creó por elevación a ducado del marquesado de la Alcudia, que el mismo rey había otorgado a Godoy con dicha grandeza y con el vizcondado previo de Alto Castillo mediante Real Decreto del 21 de abril de 1792 y Real Despacho del 6 de junio siguiente. La grandeza creada con el título de marqués quedó subrogada en el de duque.
Después Godoy recibió los títulos de príncipe de la Paz (1795), duque de Sueca (1804), y barón de Mascalbó (1806), creados también por Carlos IV. En 1808, a raíz del Motín de Aranjuez, fue depuesto de sus cargos por el flamante rey Fernando VII, quien ordenó la confiscación de sus bienes y suprimió las mercedes que le había concedido su padre. Pero al final de su vida, en 1847, todas le fueron rehabilitadas por la reina Isabel II, a excepción del principado de la Paz, que se consideró contrario a la tradición nobiliaria española.
Obtuvo así mismo el título portugués de conde de Evoramonte (1797, merced de la reina María I), y el pontificio de príncipe de Bassano, que le otorgó el papa Pío VIII durante su largo exilio romano tras adquirir el feudo de Bassano di Sutri, situado entre Roma y Viterbo.
Por derecho de su primera mujer fue conde de Chinchón, con grandeza, y conde de Boadilla del Monte. Y por la segunda, conde de Castillo Fiel. Y era además señor de la Albufera, Albalá, la Serena y el Soto de Roma, estados que obtuvo por compra o permuta con la Corona.
La denominación de este ducado hacía referencia a la encomienda de la Alcudia o valle de Alcudia, extenso estado que Carlos IV donó a Godoy en el mismo acto de crearle marqués. Situado en el Campo de Calatrava y al sur de la actual provincia de Ciudad Real, había pertenecido durante siglos a la Orden de Calatrava, hasta que dicho rey, como administrador perpetuo del maestrazgo, lo adquirió de la Orden mediante precio a fin de donarlo su favorito. La principal población de estas tierras era la villa de Almodóvar del Campo (ciudad desde 1879), que dio denominación al ducado de Almodóvar del Campo, creado en 1807 por el mismo rey con carácter vitalicio en favor de Diego Godoy y Álvarez de Faria, hermano del príncipe de la Paz. En 1808 el rey Fernando VII ordenó la confiscación del estado de la Alcudia junto con los demás bienes y títulos otorgados a Godoy, pasando sus dehesas a ser administradas por la Superintendencia de las Minas de Almadén.
Aunque no es un «título de primogénitos», sino de sucesión regular, desde mediados del siglo XX el ducado de la Alcudia se suele usar como título de espera por los primogénitos de la casa de Sueca.

Concesión

Carlos IV de España   4 de julio de 1792  (antes marquesado por el mismo rey el 6 de junio de 1792, data de la grandeza de España de 1.ª clase)

Linajes

• Godoy
• Rúspoli, príncipes del Sacro Imperio (línea menor de los príncipes de Cerveteri, con varonia Marescotti, de la casa condal de Vignanello, y entronque Rúspoli por donde les tocaba el marquesado de Cerveteri)


Manuel de Godoy y Álvarez de Faria

Godoy y Álvarez de Faria, Manuel. Príncipe de la Paz, príncipe de Bassano, duque de Sueca, marqués (I) y luego duque (I) de Alcudia, conde de Evoramonte y barón de Mascalbó. Badajoz, 12.V.1767 – París (Francia), 4.X.1851. Estadista.




Tercer hijo de José Godoy de Cáceres, del estado noble, regidor de Badajoz y originario de Castuera, donde se instaló la rama segunda del linaje de los Godoy, cuyo solar primitivo estuvo en Galicia, y de Antonia Álvarez Serrano de Faria, de condición hidalga, con ascendientes paternos procedentes de Elvas (Portugal) y maternos de Alburquerque. Tras estudiar Gramática y Artes en el seminario pacense de San Antón, Manuel eligió la carrera militar. El 17 de agosto de 1784 ingresó en la 1.ª brigada de la Compañía Española de Guardias de Corps, que constituía la escolta ordinaria del Rey y su familia. No se sabe a ciencia cierta por qué motivo enseguida entró en el círculo de los príncipes de Asturias, Carlos y María Luisa de Parma. La leyenda que siempre ha acompañado a Godoy sostiene que todo se debe a su condición de amante de María Luisa, pero no existen argumentos sólidos que sustenten esta opinión. Parece más verosímil que todo fue consecuencia de un accidente fortuito ocurrido en septiembre de 1788: durante la escolta de los príncipes de Asturias, Manuel cayó del caballo, pero su especial habilidad en dominarlo llamó la atención de los príncipes. Ayudado por la recomendación del brigadier Miguel Trejo, primer teniente de Guardias de Corps y amigo de la familia Godoy, a partir de entonces, Manuel fue asiduo de las tertulias organizadas en los cuartos de los príncipes, cuya confianza se ganó de inmediato y fue en aumento. En cuanto el príncipe Carlos ocupó el trono (diciembre de 1788), Godoy ascendió de forma vertiginosa en la Corte y en el Ejército.

El 30 de diciembre de 1788 pasó de simple guardia de Corps a cadete; el 28 de mayo de 1789 fue designado exento supernumerario de su compañía (equivalente a coronel de caballería); el 16 de enero de 1791 ascendió a brigadier; el 18 de febrero siguiente, a mariscal de campo, y el 17 de julio, a sargento mayor de Corps y teniente general. En menos de tres años había recorrido el escalafón militar, que culminó el 23 de mayo de 1793 al ser promovido a capitán general. Sólo el goce en altísimo grado del favor real explica esta portentosa elevación, pues no había participado en hecho de armas, ni realizado servicio notorio de alguna clase al Estado. Con la misma rapidez recibió honores y nombramientos en la Corte. El 5 de enero de 1790 fue armado caballero de la Orden de Santiago, el 1 de enero de 1791 fue nombrado gentilhombre de cámara de Su Majestad en ejercicio (cargo que le proporcionaba acceso directo al Monarca), el 25 de agosto de ese año entró como caballero Gran Cruz en la Orden de Carlos III y el 21 de abril de 1792 Carlos IV lo hizo grande de España, tras otorgarle el título de duque de La Alcudia, que había sido precedido en abril anterior por el marquesado de la misma denominación.

Las gracias y honores recibidos tuvieron su correlato económico. A su sueldo militar sumó en 1790 las rentas de la encomienda de Valencia del Ventoso, de la Orden de Santiago, y a partir de abril de 1792 su estado económico experimentó un giro radical, tras recibir del Rey la dehesa de La Alcudia. Junto a nuevos títulos y gracias, desde este momento y hasta 1808 fue acumulando bienes raíces, inmuebles urbanos y rentas de todo tipo, producto unas veces de donación real (Soto de Roma), otras de permutas con el Rey (Albufera de Valencia y señorío de Huétor de Santillán) y otras de compra, bien al Rey (señorío de Sueca), bien a particulares (dehesas en Extremadura y casas en Madrid, Aranjuez, El Escorial y Granada). Godoy se convirtió en uno de los señores jurisdiccionales más importantes de la España de su tiempo y, acorde con la tradición, fundó dos mayorazgos al estilo de los regulares de Castilla: el de La Alcudia y el de Sueca. Fue, al mismo tiempo, un celoso administrador de sus bienes, incrementados en 1797 gracias a la herencia de su esposa, la condesa de Chinchón. Por otra parte, aprovechó su alta posición para utilizar recursos del Estado en beneficio propio, obtener regalos valiosos y comprar libros, joyas y obras de arte. Su biblioteca y su colección de pinturas de los grandes maestros europeos fueron muy destacadas por su calidad y cantidad.

En 1792, Godoy se situó en el primer plano de la política. El 15 de julio fue designado consejero de Estado y el 15 de noviembre entró en el gobierno como secretario de Estado. El acceso de un joven sin experiencia, formación, ni servicios relevantes a la dirección de la política de la Monarquía ha dado lugar a interpretaciones muy variadas, algunas pintorescas. Sus muchos enemigos, y ante todo los parciales del conde de Aranda, quienes constituían el llamado “partido aristócrata” o “aragonés”, aludieron desde el primer momento a “razones inconfesables”, dando a entender que todo derivaba de la relación amorosa entre Godoy y la Reina. Esta explicación ha gozado de fortuna durante largo tiempo, pero ha sido rectificada por la historiografía actual. Carlos IV estaba disconforme con la forma como sus secretarios de Estado habían conducido hasta entonces las relaciones con Francia y, en concreto, no le satisfacían las actuaciones destinadas a garantizar la pervivencia de la Monarquía en ese país y la suerte personal de su rey Luis XVI, jefe de la Casa de Borbón. Ni Floridablanca, aglutinante del sector “golilla” o “manteísta”, ni Aranda, su sustituto en la Secretaría y cabeza del otro grupo — el “partido aristócrata”— en disputa desde tiempo atrás por el poder, habían logrado resultados satisfactorios en este sentido, por lo que Carlos IV decidió asumir personalmente las cuestiones más graves. Para ello deseaba al frente de su gobierno a un individuo de su total confianza, alguien que fuera “hechura” suya (expresión utilizada por Godoy en sus Memorias), que todo, incluso su persona, dependiera de él por entero y que, además, no dispusiera de un plan político propio ni de un grupo en que respaldarse. Godoy reunía todas estas condiciones y por esta razón —abonada por múltiples pruebas de fidelidad personal ya dispensadas a los monarcas— fue elevado al principal puesto del Gobierno.

A pesar de su empeño, Godoy no pudo evitar la muerte de Luis XVI y la proclamación de la República en Francia, tras lo cual España se unió a la coalición monárquica europea y entró en guerra contra la Revolución. La campaña comenzó en la primavera de 1793 con resultados satisfactorios para las tropas españolas, pero a partir de marzo de 1794 llegaron las derrotas y el ejército francés penetró en territorio español. Los reveses militares y el deterioro general —sobre todo económico— derivado de la guerra crearon en España un estado de opinión crítico hacia los poderes públicos y, en particular, hacia Godoy, cuya continuidad en el Gobierno fue objetada desde distintos sectores. Muy activo se mostró el “partido aristócrata”, pero Godoy, amparado en el apoyo incondicional de los monarcas, pudo controlar la situación: superó la dura ofensiva lanzada contra él por el conde de Aranda en el Consejo de Estado, controló el intento del conde de Teba de organizar a la aristocracia contra el sistema político vigente, desbarató la llamada Conspiración de San Blas y atajó las maniobras de Malaspina para desbancarlo del poder.

Finalizada la guerra por el Tratado de Basilea (22 de julio de 1795), Godoy impulsó un cambio radical en las relaciones con Francia, cristalizado en el Tratado de San Ildefonso (18 de agosto de 1796), que fue un acuerdo de alianza de carácter ofensivo-defensivo dirigido expresamente contra Inglaterra, pues contemplaba la neutralidad de España en caso de que otras potencias distintas a ésta declararan la guerra a Francia. La alianza continuó vigente hasta 1808 y marcó la política exterior de la Monarquía española, alineada siempre del lado de Francia, con independencia de los cambios políticos allí operados, y, por tanto, enfrentada a Inglaterra, país contra el que casi sin solución de continuidad estuvo en estado de guerra. La alianza con Francia tuvo efectos positivos inmediatos para Godoy, necesitado en esa coyuntura del apoyo exterior para contrarrestar la heterogénea oposición del interior. Además, el Tratado de Basilea le reportó un salto cualitativo en su encumbramiento. En reconocimiento de su actuación, Carlos IV le distinguió con el título de príncipe de la Paz (4 de septiembre de 1795). De acuerdo con los usos de la Monarquía española, el título de “príncipe” estaba entonces reservado al heredero de la Corona (el príncipe de Asturias), de modo que la nueva gracia real colocaba a Godoy en una posición preeminente en la Corte, por encima del resto de la nobleza. La nueva dignidad, además, fue acompañada de la concesión del Soto de Roma y el derecho a agregar a sus armas la imagen de Jano, el dios mitológico de dos rostros, símbolo —como dice expresamente el Real Decreto de concesión— del hombre prudente que conoce los principios y causas del pasado y prevé lo venidero. De acuerdo con la voluntad real, Godoy sería, como Jano, sabio, guardián de la paz e impulsor de la civilización o “las Luces”.

El Príncipe de la Paz no dispuso de un plan propio de gobierno. Actuó en función de las circunstancias, sobre todo las exteriores, atento, hasta el detalle, a las directrices de los monarcas, con quienes mantuvo un contacto muy estrecho y frecuente. Fiel al Rey, Godoy acomodó su política al logro de tres objetivos principales: consolidar la Monarquía en España y la integridad territorial de su imperio, evitar el contagio revolucionario, y mantener los intereses dinásticos españoles en Italia (especialmente agrandar el territorio del ducado de Parma). Los asuntos de Francia centraron la atención y condicionaron el resto. Godoy fue ante todo un hombre de acción, un político nato, que aprendió con rapidez los usos de la Corte y se adaptó a las exigencias del tiempo, sin tener inconveniente en cambiar de sistema cuando le conviniera.

En los asuntos internos siguió, en general, una política reformista de signo ilustrado y en ocasiones llegó a intentar algunos cambios de envergadura, como la supresión de la Inquisición, aunque no se decidió a llegar hasta el final; no dudó, por otra parte, en mantener los usos arcaicos de la Monarquía. Aconsejado por un grupo de activos ilustrados (Moratín, Llaguno, Forner, Melón, Estala...), impulsó la enseñanza, la prensa, los establecimientos y expediciones científicas; patrocinó la creación literaria, imponiéndose a veces a las trabas inquisitoriales; favoreció la difusión de nuevas ideas económicas, como las de Adam Smith, y la creación de organismos destinados a proporcionar información fiable sobre el estado material de la Monarquía. Entre otras iniciativas, con esta última finalidad, creó la Dirección de Fomento, centro de estudios económico-estadísticos destinado a asesorar al Gobierno y de donde salieron propuestas de gran envergadura, entre ellas la elaboración de un censo de población (el de 1797) y la desamortización de los bienes de hospitales, hospicios, casas de reclusión, de expósitos y otras obras pías. Al mismo tiempo, mantuvo las disposiciones sobre la censura de libros y escritos dadas por sus antecesores y, tal vez por impedírselo Carlos IV, no se decidió a afrontar la reforma del clero y de la Iglesia, por la que clamaban con insistencia los sectores ilustrados más avanzados.

En marzo de 1798, Godoy fue obligado a abandonar el Gobierno. La causa no fue la pérdida del favor real, sino la confluencia de dos factores de distinta naturaleza. Por una parte, los dirigentes de Francia dejaron de confiar en él, a causa de su negativa a secundar los planes del Directorio relativos a la invasión de Portugal y de su escasa disposición a seguir los consejos franceses para introducir ciertas novedades en la sociedad española. Por otra parte, el acercamiento a Francia fortaleció a los enemigos internos de Godoy e incrementó los del exterior, al suponer la ruptura con el resto de las monarquías comprometidas en la lucha contra los revolucionarios y, en particular, con Inglaterra, a la que España declaró la guerra el 4 de octubre de 1796. El nuevo conflicto, que resultó mucho más costoso que el mantenido años antes contra la Francia revolucionaria, exigió medidas tributarias extraordinarias, que afectaron de lleno a los privilegiados, alteró el comercio y las relaciones con América, y provocó una grave crisis financiera que perjudicó seriamente los intereses de comerciantes y rentistas. La responsabilidad de esta crisis, así como de la depravación de las costumbres denunciada por el clero con persistencia, se atribuyó casi en exclusiva a Godoy. Para superar la situación, éste llamó al Gobierno y a puestos importantes de la Administración a varios de los hombres más prestigiosos de la Monarquía, como Jovellanos, F. de Saavedra, Cabarrús, Meléndez Valdés, Urquijo, etc., y al mismo tiempo alentó ciertas conspiraciones en París destinadas a provocar un cambio político en Francia. El intento resultó fallido: Cabarrús, Jovellanos y Saavedra formaron un sólido frente de oposición en el interior y el Directorio, tras controlar a la oposición interna, lanzó una campaña de presión diplomática y de intoxicación política para forzar a Carlos IV a prescindir de su ministro. El 28 de marzo de 1798, el Rey firmó el decreto de destitución del príncipe de la Paz como secretario de Estado y sargento mayor de Guardias de Corps. En el primer cargo fue sustituido por Saavedra, a quien pronto sucede Mariano Luis de Urquijo, declarado enemigo personal de Godoy.

Aunque alejado del poder, no se interrumpió el contacto personal de Godoy con los monarcas, si bien sus relaciones con Urquijo fueron tormentosas. Todo cambió a partir del golpe de Estado del “18 Brumario” en Francia (9 de noviembre de 1799), cuando el general Bonaparte acabó con el Directorio. Bonaparte influyó sobre Carlos IV para destituir a Urquijo (fue sustituido en diciembre de 1800 por Pedro Cevallos, pariente de Godoy) y entabló negociaciones directas con Godoy para atacar a Inglaterra desde Portugal. En esta ocasión, Carlos IV aceptó los planes franceses y se acordó la invasión de Portugal por un ejército aliado hispanofrancés, del cual sería Godoy el general en jefe. En mayo de 1801, sin esperar la llegada de las tropas francesas, Godoy inició las operaciones militares conocidas como Guerra de las Naranjas. La campaña fue un éxito para el ejército español, dueño en poco tiempo del Alentejo y en posición de avanzar hacia Lisboa. Godoy la presentó como triunfo personal, enaltecido por la incorporación a la Monarquía de Olivenza y su región, y —con el consentimiento de los reyes— la aprovechó para resolver su posición personal en la Monarquía. A estas alturas resultaba difícil para él hallar un lugar adecuado en el sistema español, pues además de superar a todos los súbditos del Rey en títulos y honores y de su amistad personal con los monarcas, en 1797 había emparentado con ellos al contraer matrimonio con María Teresa de Vallabriga, hija del infante Luis, hermano de Carlos III. En tales condiciones, no podía satisfacerle siquiera el cargo de ministro principal, pues la capacidad de decisión del Gobierno estaba limitada por otros organismos colegiados y condicionada por múltiples ocupaciones burocráticas. Godoy aspiraba a ocupar un lugar en la Monarquía que le permitiera proceder, sin trabas, a su regeneración, como expresamente le indicaron algunos de sus allegados. Para ello, consideró prioritario acometer la reforma general del ejército, de ahí la necesidad de que este puesto tuviera carácter militar. El título que llenaba sus aspiraciones fue el de generalísimo de todas las armas de mar y tierra. Como indica el decreto de nombramiento (4 de octubre de 1801), el nuevo cargo quedaba concebido como el empleo superior de la milicia, con las más amplias facultades, de modo que todos, cualquiera que fuese su clase, debían obedecer sus órdenes como si las diese el Rey. El generalísimo disponía —según el citado decreto— de la facultad de dar su parecer al Monarca “en causas militares o en cualesquiera otros asuntos de su Monarquía”, por lo que, en suma, quedaba situado por encima del Gobierno, en una posición intermedia entre éste y el Rey, con el derecho de despachar directamente con el Soberano sobre todas las materias.

De octubre de 1801 a marzo de 1808, Godoy fue el eje del Gobierno de la Monarquía. Del Rey recibía directrices generales o sugerencias sobre los asuntos importantes y él disponía su ejecución mediante la correspondiente orden a los ministros y altos cargos. No varió, en política interior, el plan de signo ilustrado de su época de secretario de Estado y tampoco alteró la alianza con Francia, si bien sus relaciones con Napoleón fueron siempre muy tirantes, condicionadas por la desconfianza mutua. Napoleón trató de involucrar de lleno a España en sus planes europeos y paulatinamente incrementó sus exigencias: solicitud de ayuda en armas y hombres para la guerra en Europa, obtención de facilidades para comerciar con el imperio español y disposición de plata para la acuñación de moneda. Godoy intentó sin éxito sortear estas pretensiones y fracasó asimismo en su propósito de no comprometer a España en el enfrentamiento franco británico, tras el fracaso de la Paz de Amiens (1802). Aunque intentó en 1803 comprar la neutralidad mediante el pago de una considerable suma de dinero a Francia (Tratado de Subsidios), no pudo evitar que en diciembre de 1804 estallara de nuevo la guerra entre España e Inglaterra. Esta circunstancia acentuó la dependencia militar y diplomática de España respecto a Francia y, aparte de la derrota militar de Trafalgar (octubre de 1805), tuvo consecuencias muy negativas en el orden interno. Empeoró la situación económica, crítica a causa de años de malas cosechas y de una reciente epidemia de fiebre amarilla, que dejó exhausta la Hacienda pública y acentuó la crisis comercial arrastrada desde años antes, lo que originó el cierre de fábricas y el incremento de la población desocupada. El descontento social se generalizó y, aunque no llegó a manifestarse públicamente de forma ostensible, desde todas partes se señaló a Godoy como el máximo responsable de los males.

Amparado en este ambiente, se fue articulando en torno al príncipe de Asturias, Fernando, un grupo decidido a acabar con Godoy. Lo componían aristócratas relacionados con el antiguo “partido aragonés” y algunos clérigos. Este grupo (conocido como “partido fernandino”) tuvo como animador al canónigo Escoiquiz y contó con la entusiasta colaboración de la primera esposa del príncipe de Asturias, María Antonia de Nápoles, quien a través de su madre, la reina Carolina, estaba en contacto con Inglaterra. En 1806 falleció la princesa, y Francia se anexionó Nápoles, de modo que las relaciones entre Godoy y Napoleón se hicieron más tirantes que nunca. Ello propició un cambio de táctica del “partido fernandino” que a través del embajador francés en Madrid, François de Beauharnais, trató de ganarse el apoyo de Napoleón. Confiados en contar con ello, los “fernandinos” lanzaron una gran ofensiva contra Godoy. En primer lugar, orquestaron una campaña de descrédito, en la que mediante rumores, estampas satíricas y publicaciones de todo tipo se presentó a Godoy como la encarnación de todos los vicios y el culpable de los males de España. A continuación, urdieron un plan para convencer a Carlos IV de que destituyera de sus cargos a Godoy y lo juzgara por sus fechorías. Este plan —conocido como “la conspiración de El Escorial”— fue descubierto en octubre de 1807. Tras la confesión del príncipe Fernando fueron arrestados los implicados, pero lo que pudiera parecer un triunfo de Godoy, redundó en perjuicio suyo, pues la opinión pública creyó que todo había sido urdido por el generalísimo para evitar el ascenso al trono del príncipe de Asturias. Esta creencia fue alimentada por el último favor real recibido por Godoy: el nombramiento, el 3 de enero de 1807, como gran almirante de España e Indias, con el derecho a recibir el tratamiento de alteza.

Elevado a una cota de poder y honores inverosímil, Godoy creyó que podía contener la ofensiva de sus enemigos del interior gracias al apoyo de Napoleón, de ahí que en 1807 se esforzara por satisfacer sus exigencias y, entre otras concesiones, concertó el Tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807) para la ocupación militar conjunta de Portugal. Este acuerdo establecía la división de Portugal en tres partes, una de las cuales, el Alentejo, sería gobernada por Godoy en calidad de príncipe; asimismo, posibilitaba la entrada de tropas francesas en territorio español, cosa que comenzó a producirse a principios de 1808. Mientras el ejército francés iba ocupando puntos estratégicos en la Península, Napoleón presentó una nueva exigencia: la cesión a Francia del territorio situado entre el valle del Ebro y los Pirineos. Godoy rehusó y, percatado de la gravedad de la situación, intentó organizar la resistencia, para lo cual propuso el traslado de los reyes a Andalucía. El príncipe Fernando y el Gobierno en pleno se opusieron tajantemente a ello y, al mismo tiempo, el “partido fernandino” organizó un complot, bajo la apariencia de revuelta popular, para hacer prisionero a Godoy. En la noche del 17 de marzo de 1808, los habitantes de Aranjuez y gentes llegadas de pueblos vecinos reclutadas al efecto asaltaron el palacio de Godoy. Éste logró escapar de la multitud escondido en un rincón del inmueble, pero en la mañana del día 19 se vio obligado a salir y fue hecho prisionero. Ese mismo día Carlos IV abdicó en Fernando VII. El nuevo rey se apresuró a ordenar la confiscación de todos los bienes de Godoy y la apertura de causa judicial contra él. Tras poco más de un mes en prisión —en Aranjuez, Pinto y Villaviciosa de Odón sucesivamente—, Godoy fue liberado por orden de Napoleón y trasladado por tropas francesas a Bayona, donde el emperador había convocado asimismo a Carlos IV y Fernando VII para obligarles a renunciar a la Corona de España.

Tras los sucesos de Bayona, comienza Godoy su exilio, que será definitivo, acompañado por su amante Josefa Tudó y los dos hijos habidos con ella, así como por Carlota, fruto de su matrimonio con la condesa de Chinchón, la cual permaneció en España y nunca más se unió a su esposo. Hasta la muerte de los reyes Carlos IV y María Luisa (enero de 1819), sigue en su compañía como servidor fiel hasta el extremo y gobernante de una corte fantasmal y decadente sujeta a los designios de Napoleón e instalada sucesivamente en Compiègne, Aix-en-Provence, Marsella y, desde 1812, en Roma. A partir de 1814, Godoy sufre un intenso acoso por parte de los agentes de Fernando VII y es obligado a separarse de los reyes durante un año —del 10 de septiembre de 1814 al 7 de octubre de 1815 vivió en Pesaro— y de Josefa Tudó. Aunque no pudo disponer de sus bienes raíces, durante su estancia en Roma hizo algunas adquisiciones inmobiliarias y compró el principado de Bassano con el objeto de convertirse en ciudadano romano y escapar a la persecución de Fernando VII. En 1829, tras la muerte el año anterior de la condesa de Chinchón, contrajo matrimonio con Josefa Tudó en Roma, ciudad de la que ambos partieron el 17 de enero de 1830 para instalarse en París. Impulsado por Tudó, intentó la vía de los negocios y compró dos casas en París y una refinería de azúcar cerca de Le Havre. Pronto, sin embargo, hubo de venderlo todo para pagar deudas. El nivel de vida de Godoy fue empeorando paulatinamente y sus relaciones familiares siguieron un camino parejo: rompió el contacto con su hija Carlota por disputas económicas y en 1835 se separó definitivamente de Pepita Tudó, quien se instaló en Madrid para activar la reclamación de los bienes de su esposo. Ocupado en la educación de sus nietos, Godoy mantuvo en París una vida oscura, obsesionado por salvar el honor de Carlos IV y el suyo propio como gobernante, y por conseguir el levantamiento del secuestro de sus bienes. El 30 de abril de 1837, una resolución del Ministerio de Hacienda ordenó la devolución de sus bienes y la restitución de todos sus títulos y honores, salvo el de príncipe de la Paz, y diez años más tarde fue autorizado a regresar a España y a percibir la paga correspondiente a su empleo de capitán general. El regreso no fue posible a causa de las enfermedades propias de su avanzada edad, pero sí logró la satisfacción de reivindicar su honor mediante la publicación de sus Memorias en 1836. Murió en París y fue enterrado en el cementerio del Père Lachaise de esa ciudad, donde permanecen sus restos en una modesta tumba.

 

Obras de ~: Memorias de D. Manuel Godoy Príncipe de la Paz, trad. de N. Arias, intr. de D’Esmenard, Madrid, Imprenta de García y Cía., 1836 (ed. de C. Seco Serrano, Madrid, Atlas, 1965, 2 vols.); Un recuerdo histórico del Príncipe de la Paz a los hombres imparciales, París [1846].

 

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El Ducado de Sueca y la Albufera.

Carlos IV declaró en 1802, según relata el Padre Amado de Cristo Burguera en su «Historia fundamental de Sueca y sus alrededores», que «vendía Sueca con los derechos que tenía el Maestrazgo por el valor de cinco millones y medio de reales a Manuel Godoy, el cual, posteriormente, entró en posesión del Señorío de Sueca con el título de Ducado de Sueca y de la Albufera». Hasta entonces los derechos señoriales sobre Sueca pertenecían a la Orden de Montesa. El título nobiliario concedía los derechos de pesca en el lago correspondientes al «Señor de la Albufera». Así, ostentaba el señorío de Sueca con el título anexo de duque, la propiedad de agua y riegos y plena jurisdicción sobre la villa. De hecho, el Ayuntamiento debía solicitar autorización al duque para realizar determinadas actuaciones sobre pagos de tributos y festejos.
Si con la compra de Godoy se cerraba un ciclo de cinco siglos de presencia de la Orden de Montesa en Sueca, el período de los privilegios del nuevo ducado sería más efímero. El Gobierno surgido de las Cortes de Cádiz decreta en 1811 la abolición de los señoríos, el vasallaje y otros derechos feudales. Sin embargo, en 1837 durante la regencia de María Cristina de Borbón, la ley de abolición de los señoríos facilita que los señores recuperen plenamente los derechos sobre sus propiedades.

El pleito de Carlota Godoy

La primera duquesa consorte de Sueca, que también ostentaba los títulos de Condesa de Chinchón y marquesa de Boadilla del Monte, se separa del duque en 1808, año en que se produce el Motín de Aranjuez. Su marido es detenido y confiscadas sus propiedades.
La separación y el exilio de Godoy con la única hija del matrimonio, Carlota Godoy y Borbón, abre la puerta a un largo litigio de María Teresa para recuperar los derechos sobre las posesiones perdidas. El pleito finalizaría en 1829, meses después de su fallecimiento. Así, su hija Carlota pasa a convertirse en la segunda duquesa de Sueca, quien litigó, desde 1837 hasta las últimas décadas del siglo XIX, contra el ayuntamiento para evitar la extinción de los derechos señoriales.

«Los dos grandes gastos del Ayuntamiento de Sueca en el siglo XIX eran el mantenimiento del "cordó" o mota y el pleito planteado por la duquesa», cuenta el historiador y bibliotecario municipal Josep Antoni Carrasquer. Y en un segundo orden «a partir de 1838 la construcción y mantenimiento de la muralla para la defensa de la población», añade.

El decreto de las Cortes de Cádiz de 1811 caló en la población de manera que se le encomendó a Bartomeu Ribelles, cronista de la Ciudad y Reino de Valencia, un informe en el que basarse para la defensa de los intereses del Ayuntamiento de Sueca. El original que entregó en 1814 se conserva en el Archivo Municipal. Un colectivo de suecanos preocupados por recuperar la historia local lo publicó en 1983.

Municipio de Sueca.

Sueca es un término municipal de 93,2 km2, y una ciudad de la Comunidad Valenciana perteneciente a la provincia de Valencia y capital de la comarca de la Ribera Baja.

Señorío.

La creación, orígenes y evolución de un señorío son elementos fundamentales para comprender sus características estructurales, la configuración específica que este adquiere tras varios siglos de relaciones feudales, y el modo en que va a producirse el desarrollo de nuevas formas económicas en el seno de una sociedad agraria como la que estudiamos.

En el caso de Sueca, se trata de un señorío de antigua creación, constituido desde el mismo momento de la conquista. Estaba comprendido en las donaciones realizadas por Jaime I y su concesión inicial fue anterior a la misma conquista: en 1151 Alfonso II cedió el castillo de Cervera y el de Cullera -junto con sus alquerías entre las que se encontraba Sueca- a la Orden Militar del Hospital de San Juan de Jerusalén ” para cuando se conquista de de manos de infieles, contados sus campos yermos y cultivados, pastos, selvas, acueductos y reductos , con el mismo dominio y potestad que el señor Rey haber debía”.

La donación fue confirmada posteriormente por Pedro II en 1208 y por Jaime I en 1233, aunque la conquista efectiva del castillo de Cullera no se realizó hasta 1239.

Tras ella, ante la resistencia de Jaime I en conceder realmente dicho territorio, se llegó a un pacto con la Orden del Hospital, en 1240, mediante el cual la posesión  sería compartida entre e l Rey y los hospitalarios, con lo que el «dominio señorial quedaba en manos de dos señores».

Esta situación no se mantuvo mucho tiempo, pues en 1275 ya se había dividido el territorio: el Rey se quedaba con el castillo de Cullera y las alquerías pasaban a ser poseídas por la Orden del Hospital, fijándose la del comendador en Sueca. El señorío de Sueca quedó por tanto, exclusivamente en manos de la Orden militar dicha hasta la creación de Montesa en 1319.

La concreción de las nuevas relaciones y obligaciones creadas, basadas en la enfiteusis, se realizó mediante la Carta Puebla donada en 1245 por Pere  Guerau, comendador de la Orden del Hospital, a 17 pobladores establecidos en el territorio: les concedía setenta y dos yugadas de tierra en las alquerías de Sueca, Sauselles y Alborix, de forma que a cada uno correspondían cuatro yugadas y media, con la obligación de plantar viñas en la media yugada restante. Igualmente, les otorgaba a cada uno dos hanegadas y media de tierra franca para huerta con las casas correspondientes, ” con todas sus entradas, salidas, acequias, aguas y demás pertenencias, y con la facultad de darlas, empeñarlas-, y venderlas a su voluntad a las personas que quisiesen, exceptuando a  militares … .

Las condiciones originales eran dar al señor la octava parte de frutos del trigo, viña y olivos, quedando francas las casas y demás productos. A ello se añadía la obligación de pagar a la Orden el diezmo y la primicia. De este modo quedaba establecida la relación enfitáutica,  con la  cesión por parte del señor del dominio útil a cambio de la satisfacción de unas rentas concretas, en este caso, partición y diezmo fundamentalmente.

Tras estos momentos iniciales en el desarrollo de las relaciones feudales, el señorío se consolidará perdiendo algunas de sus franquicias con establecimientos posteriores de nuevas tierras y especialmente con el paso del señorío a manos de una nueva orden militar: la Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Afama.

La nueva Orden, fundada por Bula de Juan XXII el 10 de junio de 1817, era cisterciense y similar a la de Calatrava, con la misma regla que ésta, pero totalmente independiente, y su localización geográfica se centraba  exclusivamente en el territorio valenciano. La creación efectiva se produjo en julio de 1819, recibiendo todos los bienes que anteriormente había poseído en Valencia la Orden del Hospital, excepto Torrent. De este modo, el 21.9.1819, el representante del Maestre de Montesa tomaba posesión efectiva de Sueca y de todas sus rentas y derechos y manteniendo el mismo tipo de relaciones señoriales que existía hasta el momento:

«…Ambas eran Ordenes Militares … Lo que a estas Ordenes se daba era como medio de sustentación y realización de la ayuda militar. Luego lo donado a las mismas era esencial e implícitamente donación feudataria … Así que el señorío de Sueca tuvo inicialmente esta calidad de feudal y la conservó en su transmisión a l a Orden de Montesa… ”

Entre 1319 y 1588 Sueca estuvo administrada por el clavero de la Orden, quien ostentaba también el título de comendador de Silla y Montroy, lo que no significaba que Sueca fuese una encomienda. De cualquier modo, tras la incorporación de Montesa a la corona en 1587, Sueca pasará a formar parte totalmente de la Mesa Maestral de la Orden.

La incorporación de esta a la Corona de Aragón se produjo por Bula de Sixto V a finales del siglo XVI, e l 15.3.1587:

”…Sixto V agregó e incorporó a la Corona de Aragón el Maestrazgo de Montesa y S. Jorge de Alfama, concediendo a sus reyes las facultades para gobernar y administrar el maestrazgo y caballería … ”

Desde esa fecha, el Rey pasaría a ser Gran Maestre y administrador perpetuo de todos los bienes y rentas de Montesa. Con ello el monarca se convirtió en señor, además de Rey, en las tierras de la Orden. En este sentido, creemos que la incorporación significó, por un lado, el reforzamiento político de la monarquía, según Villarroya, ” los maestres de estas religiones eran pequeños monarcas capaces de deslucir la autoridad real por sus riquezas y soldados»

Con el  desarrollo de la monarquía centralizada y el Estado unitario, el monarca necesitaba el sometimiento de centros económicos de poder tan importantes com eran las Órdenes Militares, puesto que éstas hubiesen podido representar un peligro para la reorganización de la sociedad que supuso el Estado absoluto.

En segundo lugar, la incorporación representaba un incremento del patrimonio del monarca y una importante fuente de ingresos. El poder económico de las Ordenes Militares era enorme y la incorporación podía conllevar, así, un importante respaldo para una monarquía que intentaba consolidarse a través de la constitución del Estado moderno y las monarquías absolutas.

La incorporación supuso también cambios, principalmente administrativos, para los enfiteutas; por un lado, la mayor lejanía física del señor; pero por otro, Sueca había pasado a depender directamente de la Mesa Maestral, intentándose con ello una mayor centralización. En 1615, Felipe III creó la figura del Lugarteniente, otorgándole todas las funciones que anteriormente tenía el Maestre de la Orden.

El Lugarteniente tuvo plenos poderes dentro de Montesa desde 1615 a 1746: concesión de nuevos establecimientos, permisos para ventas de tierra, etc.

El interés que por las rentas del señorío tenía la Corona se puso de manifiesto en 1656, cuando Felipe IV renunció como rey a las tierras que se fuesen desecando de la Albufera en la frontera de Sueca, para concedérselas a si mismo como Gran Maestre y administrador de Montesa y que fuesen establecidas bajo los mismos derechos enfitéuticos que las demás tierras del señorío prefiriendo así poseer estas tierras limítrofes como señor y no como Rey.

El funcionamiento negativo de la administración de la Orden durante el siglo XVIII, unido al desarrollo

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El señorío, marco en el que se establecen y concretan las relaciones de producción entre el señor y los enfiteutas, adquiere unas características específicas en función del tipo de rentas – censos, particiones y demás derechos existentes en él. Estas características específicas son las que van a configurar la estructura del señorío de Sueca, desde su origen en el siglo XIII hasta su disolución en el siglo XIX, a pesar de los cambios de titular – la Orden del Hospital, la Orden de Montesa, el Rey como administrador de la Orden, Godoy, la Real Hacienda y los condes de Chinchón finalmente – , y aunque debamos tener en cuenta, necesariamente, las evidentes transformaciones económicas y sociales experimentadas y el desarrollo de los diferentes derechos señoriales, a lo largo de este período.

El poder absoluto que tuvo Godoy en el territorio español durante los últimos años del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX le convierten en un personaje clave de la historia contemporánea. Junto al odio generalizado que provocó en la población del país  hay que destacar su papel como déspota ilustrado, la plasmación en su gobierno de la crisis del antiguo régimen, y el inicio de medidas -primeras desamortizaciones- que de alguna manera resquebrajarán el modelo social anterior a pesar de que su finalidad inmediata fuese el intento de superar la crisis hacendística española. Las relaciones de Godoy con María Luisa de Parma le convirtieron e l 15 de noviembre de 1792 en primer ministro en sustitución de Aranda, si bien anteriormente ya había sido nombrado consejero de Estado, marqués de Alvarez y duque de la Alcudia. Su actuación como gobernante va a caracterizarse por las continuas guerras por las que atravesó el Estado español poco después de iniciar su actuación como ministro declarará la guerra a Francia, contra la Convención, en marzo de 1793; en la que actuará como capitán general y principal responsable del desarrollo bélico. A pesar de que su resultado no fue muy favorable para España, Godoy recibió el título de Príncipe de la Paz.

Inmediatamente después comenzó la guerra contra Gran Bretaña, en medio de una situación económica desastrosa. Esto llevará en 1798 a la destitución de Godoy, aunque de un modo temporal y aparente, porque en 1801 volverá de nuevo en relación con los conflictos bélicos, para dirigir como «generalísimo» la guerra de las Naranjas contra Portugal; y en 1804 la segunda guerra contra Gran Bretaña, que conducirá a la derrota de Trafalgar.

A lo largo de estas continuas guerras que hunden definitivamente la hacienda española, Godoy acumuló un inmenso patrimonio y gran cantidad de títulos y honores aunque sea un poco extenso, creemos que es indicativo constatar todos los títulos que poseyó Godoy en los últimos años de su gobierno. La relación es la siguiente:

D. Manuel de Godoy Alvarez de Faria Ríos Sánchez Zarzosa, Príncipe de la Paz, Duque de la Alcudia, Conde de Eboramonte, Señor del Soto de Roma, de los Estados de la Campana, de Albalat, La Serena, Lago de la Albufera de Valencia, y de las Villas de Huetón de Santillan y Veas, Duque y Señor de Sueca, Regidor perpetuo de las Villas de Madrid y Nava del Rey; da la s ciudades de Santiago, Cádiz, Málaga, Ecija, Burgos, Segovia, Valencia, Murcia, Ronda, Manresa, Guadalajara, Gerona, Peñíscola, San Lucar de Barrameda, Barcelona, Toledo, Teruel, Asunción del Paraguay y Buenos Aires en América, Sevilla, Jerez de los Caballeros y de la Frontera, Grande de España de primera clase, Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro, Gran Cruz de la Real y distinguida española de Carlos III y de la Orden de San Juan, Caballero Gran Cruz de la Real Orden de Cristo, San Genaro y San Fernando, Comendador de Valencia del Ventoso, Ribera y Aceuchal en la de Santiago, Consejero de Estado, Gentilhombre de Cámara con ejercicio, Generalísimo del Ejército y Armada de Su Majestad, Coronel General de los Regimientos Suizos, Almirante General de España e Indias.

El titulo de Duque de Sueca con Grandeza de España le fue concedido el 28.12.1803, cuando ya hacía un año que se había convertido en señor de ella. En diciembre de 1827, el producto líquido total de los bienes secuestros a Godoy ascendía anualmente a la cantidad de 1.059.142 reales con 20 maravedíes, lo que indica la importancia de las propiedades y territorios que habían estado en sus manos. Toda esta riqueza pasará en 1808 a manos de la administración fiscal real, a partir de la real orden de 3.4.1808 por la que se ordenó formar causa contra Godoy, tras el motín de Aranjuez. La idea del enriquecimiento ilegal de Godoy quedaría muy marcada tanto en los organismos y poderes oficiales como en la mayoría de la población. Cuando el Consejo Real ordena el 31.8.1814 que se prosiga la causa contra Godoy, se dirige a Fernando VII con estas palabras:

“ …cuando la nación por el año 1808 vió a VM colocado en el Trono, empezó a respirar de la presión que había sufrido en el largo imperio de D Manuel de Godoy, quien no sólo trastornó todo el orden, sino que en su ambición sin límite hizo se le aplicase las mejores rentas y propiedades, que para llevar a efecto su negra idea separó del lado de los reyes y de la corte a todas las personas, magistrados y empleados públicos que podrían hacer frente a sus maquinaciones dirigidas al execrable atentado de atacar inmediatamente la sagrada persona da VM…,»

Su caracterización como déspota ilustrado o como realizador de las primeras desamortizaciones para evitar el hundimiento de la hacienda, queda superada por su leyenda negra como tirano que reunió inmensas riquezas y poderes mientras llevaba al país a una coyuntura crítica, tanto por su política exterior como por el hundimiento económico (agrícola, comercial y financiero) paralelo a la política belicista. En efecto, de él dirá Vicente Boix algunos años más tarde: “ El antiguo Príncipe de la Paz, árbitro de España, y D. Manuel de Godoy, extranjero y particular en París, es la personificación de la idea destinada a ver el cuerpo crecer, robustecerse, llegar a su apogeo y sucumbir a la ley común de la decrepitud y la decadencia, D Manuel de Godoy, condenado a ser espectador del Príncipe de la Paz caído, es el hombre al que se le concediera el privilegio de contemplarse a si mismo después de muerto”.

El desarrollo del cultivo y comercialización del arroz encuentra en el siglo XIX su siglo de oro, aunque la época caracterizada por la expansión arrocera se había iniciado ya en la segunda mitad del siglo XVIII, con la política de concesión de establecimientos enfiteúticos, a veces de grandes proporciones, a elementos forasteros, muchos de ellos ricos propietarios e incluso nobles.

El inicio del s XIX va a caracterizarse por ser una época de grandes negocios para los grupos que controlan la comercialización del arroz, quienes obtendrían enormes beneficios aprovechando un período de crisis (malas cosechas, inundaciones, etc) y de enorme conflictividad social.

La 3 malas cosechas y los desastres climatológicos no representaron más que a otro aspecto entre los factores desencadenantes del estallido revolucionario de 1801. El alza constante en el precio del arroz alcanza su punto álgido en estos años, desde 1800 a 1805, alcanzando el máximo en 1802…»

CAMBIO RURAL Y BURGUESIA AGRARIA. EL SEÑORIO DE SUECA DE LA CRISIS DEL REGIMEN SEÑORIAL A LA REVOLUCION BURGUESA (1750-1873). Tesis doctoral. ANA MARIA AGUADO HIGON. Valencia 1984.

 

«…El 9.3.1804, el Príncipe de la Paz fundó el Mayorazgo del Ducado de Sueca, en escritura otorgada ante el escribano Tomás de Sancha y Prado. Godoy instituía el Mayorazgo «animado del natural deseo de perpetuar su nombre» y lo logró usando de las Reales facultades que para ello le habían sido concedidas por el Rey. El Mayorazgo tenía carácter de perpetuo, de sucesión regular, dotándole con el Ducado de Alcudia, Grandeza de España, dehesas y bienes anexos; con el Soto de Roma; con el Ducado de Sueca y todas sus pertenencias. La presión señorial fue en aumento. Godoy trató por todos los medios, no solo de alcanzar los niveles de privilegio de los que gozaban los administradores del Maestrazgo de Montesa, sino incluso de incrementarlos en todo aquello que le pudiera reportar mayores fuentes de ingresos. Frente a lo anterior, la posición de los vecinos y terratenientes sería la de rechazo a cualquier avance de consolidación de los derechos señoriales, lo que derivaría en continuos conflictos.

La noticia de la confiscación de los bienes de Godoy fue recibida con gran entusiasmo por la población de Sueca. El mismo 20.3.1808, finalizados los sucesos provocados por el Motín de Aranjuez, que había forzado la dimisión de Carlos IV, el nuevo rey Fernando VII encargaba al Consejo de Castilla llevar a efecto la confiscación de los bienes del Príncipe de la Paz. Esta decisión daba solución a los problemas de los vecinos, terratenientes y al propio consistorio de Sueca.

Unos días después, el 1.4.1808, se reunió el Ayuntamiento de Sueca en un pleno extraordinario, que debido a la precipitada ausencia del Alcalde Mayor, fue presidido por Josef Yborra Burgos, Regidor Decano. De acuerdo con el Regente de la Real Audiencia de Valencia, se otorgaron facultades al Regidor, para entender lo relativo a los Estados de la Albufera y de esta Villa, en virtud de la Confiscación a todos los efectos pertenecientes a D. Manuel Godoy en los que esta comprenda esta Jurisdicción acompañándose testimonio de este Acuerdo.»

En los meses inmediatamente posteriores, se produjo una rápida sucesión de los acontecimientos. El viaje a Francia de toda la familia real, incluido el propio Godoy; las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII en Bayona, el 8.5.1808; la decisión de Napoleón de elevar al trono de España a su hermano José I. Todos estos sucesos abrieron un dilatado paréntesis, en el que Sueca y la Albufera, sufrirían un nuevo cambio de jurisdicción, el cuarto en menos de una década.

El decreto del 24.1.1812, por el que Napoleón otorgaba el título de Duque de la Albufera al Mariscal Suchet, tuvo consecuencias para Sueca: por unos meses, la capital de la Ribera Baixa, pasó a depender del general francés. El nuevo titular incorporó cambios en la administración del consistorio municipal y en el señorío, con su consiguiente incidencia en las relaciones de vecinos y terratenientes, transitoriamente unidos por la defensa de sus intereses económicos, en el objetivo común de la abolición del régimen señorial.

El Ayuntamiento, con la salida de las tropas de Suchet, intentaría de nuevo recuperar estas propiedades e incorporándolas a los bienes de propios municipales, amparándose en el texto Decretado en Cádiz de 6.8.1811. A lo largo de estos años, con cada nuevo triunfo liberal, y el regreso a la Constitución de Cádiz, se tratará de obtener la posesión y el control de las regalías. Pero, con cada regreso al sistema de gobierno absolutista, se producirían múltiples requerimientos al Consistorio suecano, para que se hicieran efectivas las rentas pendientes. Los escritos de las diferentes instituciones, fueron sorteados con grandes dosis de habilidad, aprovechando todos los resquicios legales que suponían dilación de plazos y que permitían ganar tiempo.

En junio de 1828 se produjo un giro en la situación y un nuevo cambio de titularidad del Señorío de Sueca, como consecuencia de la solicitud de revisión que María Teresa de Borbón, esposa de Godoy, y prima de Fernando VII, había realizado ante los tribunales en 1821, con el fin de determinar los derechos que asistían a su hija Carlota, en relación con los bienes confiscados a Godoy. Esta solicitud, en junio de 1828 vió cumplidos sus propósitos, determinando finalmente que entre los bienes correspondientes a la Condesa de Chinchón se encontraba el Señorío de Sueca. María Teresa fallecería en noviembre de ese mismo año, quedando como única heredera Carlota Luisa Godoy y Borbón, que por real orden de julio de 1830 le fue concedida la propiedad del Señorío de Sueca. Como consecuencia de la ley de 26.8.1837, el Ayuntamiento inició un pleito con los herederos de Godoy que se prolongó hasta el día 10.11.1873, momento en que se obtuvo una sentencia favorable para el consistorio de Sueca.

«…El Gobierno de la República, reunidos en Consejo de Ministros y a propuesta del Ministerio de Hacienda, decreta:

Artículo 1º.– Se declaran bienes de la Nación todos los pertenecientes al secuestro de don Manuel Godoy…  

El presidente del Gobierno de la República. Emilio Castelar…»

LA DESAMORTIZACIÓN Y ENAJENACIÓN DEL DOMINIO DE SUECA A FINALES DEL ANTIGUO RÉGIMEN: LA PRESENCIA DE GODOY COMO DUQUE Y SEÑOR DE SUECA por Luis M. Rosado Calatayud. 2009 Universidad de Valencia.

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