Creu de Sant Jordi
 | Francia Carolina Vera Valdes |
La Creu de Sant Jordi o Cruz de San Jorge es una distinción anual que otorga la Generalidad de Cataluña a aquellas personas y entidades sociales que «por sus méritos, hayan prestado servicios destacados a Cataluña en la defensa de su identidad especialmente en el plano cívico y cultural». Es una de las máximas distinciones que otorga la Generalidad de Cataluña. Se basa en la cruz de San Jorge, el patrón de Cataluña. Protocolariamente, la Creu de Sant Jordi es una distinción con un rango inferior a la Medalla de Oro de la Generalidad de Cataluña. En todo caso, es considerada, junto a ésta y del Premio Internacional Cataluña, una de las distinciones más prestigiosas que se conceden en Cataluña.  | Francia Carolina Vera Valdes |
La condecoración consta de una miniatura y adopta la forma de placa cuando es concedida a una persona jurídica. El diseño de la medalla y de la placa de la Creu de Sant Jordi es obra del joyero Joaquim Capdevila y Gaya, ganador del concurso convocado por el Consejo de Diseño de la Generalitat en 1981. Los materiales empleados son la plata y el coral, ambos ligados a la tradición decorativa catalana. La Cruz, como símbolo de Cataluña, es de coral rojo sobre fondo de coral blanco, en un marco de plata. La Cruz propiamente dicha se inscribe en el centro en un rombo que lleva el coral en el anverso, y al revés la señal y la leyenda de la Generalidad de Cataluña y el nombre de cada personalidad. La medalla lleva un cordón trenzado de algodón para ser impuesta, y va acompañada de una réplica para llevar a la solapa. | Francia Vera Valdes |
Cuando la Cruz se otorga a entidades, el galardón consta de una placa cuadrada de plata en un soporte de madera. En el centro hay grabado un cuadro del mismo tamaño que la medalla, con la Creu de Sant Jordi en coral en el interior. Figuran igualmente la señal de la Generalidad y las leyendas de la condecoración y el nombre de la entidad. Conjuntamente a la Cruz, los galardonados reciben un diploma acreditativo donde consta la fecha de la distinción, el nombre de la persona o entidad galardonada y una glosa de sus méritos más relevantes reconocidos en el Decreto de concesión.
Comentario | Maruja Torres, Isabel Coixet, Rosa María Sardá, Jiménez Villajero, Albert Boadella y Jorge Herralde Francia Vera Valdes |
Una devuelve la Cruz de Sant Jordi, otra lo cuenta pero se lo piensa, la tercera blasfema y repudia tan pesante hierro; condecorados intelectuales y altos profesionales catalanes se pronuncian sin miramientos.
Protagonistas por orden de aparición: Rosa María Sardà, Isabel Coixet, Maruja Torres, Jorge Herralde y Carlos Jiménez Villarejo.
Así comienza la historia: -¿Diga?-¿Podría hablar con Rosa María Sardà? -¿Quién le llama? (Es ella misma y su inconfundible voz quien responde al otro lado del cable telefónico). El pasado domingo nos desayunábamos con la noticia, bellamente relatada por la cineasta Isabel Coixet en una tribuna de prensa: la emblemática actriz catalana, la exacerbada madre catalanista en la paródica película Ocho apellidos catalanes, firmante del manifiesto 1-O Estafa Democrática (unos 1.000 intelectuales, artistas y profesionales en contra del referéndum catalán), había devuelto a la Generalitat su insigne Cruz de Sant Jordi, que le fue concedida en 1994 por sus méritos y servicios prestados «a Cataluña en la defensa de su identidad en el plano cívico y cultural», siendo president el honorable Jordi Pujol. Sardà se lo cuenta a Coixet durante una comida y (es de suponer) con unos espirituosos encima. Coixet lo cuenta en un diario nacional y la humilde plumilla que esto rubrica llama a ambas a sus teléfonos domésticos, viejos contactos e incluso una vieja amistad.-No, ella no está y no va a hablar sobre esto, ya se ha contado todo.Me responde la misma voz, en tercera persona, que no es sino la de Rosa María Sardà. Me remito pues a la cineasta, avergonzada de la mentira ajena. Y la cineasta: «Que te lo cuente ella, llámala a ella». En este punto de la semana ya no sé quién es «ella» ni quién soy yo: relato esquizofrénico. Tal vez ninguna de las dos imaginaran el revuelo que el relato iba a desatar. Consecuentemente: Coixet, ¿renunciará usted también a la pesada Cruz (que recibió en 2006)? ¿Se lo está pensando? No sabe ni contesta a mis insistentes llamados, ella que siempre está accesible, incluso en el frío polar de Nadie quiere la noche. Había sucedido una mañana del pasado julio: la Sardà entregaba a un funcionario la caja con la Cruz a cambio de un justificante en el que además renunciaba de forma expresa a las esquelas que la distinción confiere de manera postrera a los merecedores del título.
«Ah, y no se olvide de esto de las esquelas», así se había despedido la actriz del funcionario. Y pesarosa encaminó sus pasos sobre el terrazo palaciego de vuelta a la calle que esa mañana ardía.«Putas esquelas», a decir de la escritora y periodista Maruja Torres, que sale en tromba al paso y así se expresa en un tuit poco después de desayunarse con la tribuna del diario dominical: «Yo no devuelvo mi Creu de Sant Jordi porque no sé dónde la he puesto, pero en estas líneas grito pública y formalmente: RENUNCIO A LAS PUTAS ESQUELAS» (sic y así en altas escrito). Torres no conoce ambages y responde como el rayo al teléfono. ¿Está buscando Maruja la pesada cruz?
«Uy, tengo por aquí un montón de chatarrilla que... Pero mira, no, ni siquiera la estoy buscando, tampoco sé dónde está el diploma que la acompaña, andará por ahí. Y aunque la encontrara, no la devolvería porque no pienso pisar la Generalitat nunca más. La acepté de manos de Pasqual Maragall, cuando el tripartito, en un acto que fue divertido, hasta canté Els Segadors, que por cierto me lo sabía mejor que ellos. Pero a mí, como a todos los opositores, nos echaron de esa casa los pasados días 6 y 7 de septiembre, cuando aprobaron en nuestra ausencia las leyes de Referéndum y Transitoriedad. Ni siquiera volveré a votar a Colau, porque no sé a dónde va, pero me temo mucho que padece ese sentimiento sagrado hacia la Patria. Respeto su trabajo, sé lo difícil que está siendo, pero que llore en cada manifestación no lo puedo soportar». ¿Las jóvenes generaciones catalanas y el pensamiento único?
«Creo que es más, es una fe lo que les han inculcado y profesan, y yo no soy nada religiosa, y la colectividad, las masas, me dan miedo y me horripilan. Prefiero seguir siendo como soy, con mi cabeza fría. Aunque todo esto me da muchísima pena: he pasado el último mes y pico en Madrid y es entonces cuando te das cuenta de lo triste que está esto (Barcelona)». ¿La solución? La escritora aboga por votar y apoyar la iniciativa de Miquel Iceta, convencida de que sólo él puede devolver a Cataluña a la normalidad democrática. «Uy la que se va a montar cuando publiques esto en tu periódico -concluye-. Pero no puedo obviar una pregunta tan directa». Honestidad y valentía obligan.Como valientes también fueron las respuestas recibidas de otros condecorados con la hoy tan pesante Cruz de Sant Jordi.
Jorge Herralde, fundador y director de la loable Editorial Anagrama, que a su pesar recibió la condecoración en el año 2000, distinción que comparte con las de Commandeur de l'Ordre des Arts et des Lettres en Francia, oficial de honor de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, Premio Nacional de Traducción del Ministerio de Cultura de Italia y largo e internacional etcétera, nos cuenta elocuente y como buen escritor que además es:
«En mi caso, la Creu de Sant Jordi debería llamarse Creu de Joan Grijalbo. Aquel gran editor y buen amigo emprendió, sin decirme nada aunque acabé enterándome, una cruzada personal para que me otorgaran dicho galardón por mi actividad editorial. Un día, en el año 2000, recibí una llamada del conseller de Cultura de la Generalitat preguntándome si la aceptaría». «Pregunta legítima, ya que siempre me había manifestado rotundamente contrario al pujolismo. Acepté, sin más, esta distinción otorgada de rebote, y se lo agradecí al amigo Grijalbo. Y mis relaciones y simpatías con Convergència siguieron siendo inexistentes, al igual que con el PDeCAT y Esquerra Republicana. Su actuación en el procés ha sido de una muy visible irresponsabilidad, al igual que la catatonia durante años del Gobierno del PP respecto al asunto catalán. Y no se trata de equidistancia, sino más bien "contra esto y aquello" (gracias, Unamuno). La Creu reposa, supongo, en algún cajón de mi casa y fin de la historia».  | Francia aVera Valdes
| Imposible encontrarla para hacerle una foto, traspapelada entre legajos. Tampoco se arredra en su respuesta el jurista y ex fiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villajero, que recibió la insignia en el año 2010 de la mano del president socialista José Montilla en reconocimiento a su «lucha contra la corrupción y la sostenida defensa de los valores democráticos». -¿Usted devolverá la Cruz de Sant Jordi? ¿Se siente cómodo con la condecoración de la Generalitat después de lo sucedido? -No, no la devolvería. Me la concedió el Gobierno del president Montilla reconociendo mi contribución a la lucha contra la corrupción. Pero sobre todo no la devolvería porque con la Cruz fui por fin reconocido y respetado por la presidencia de la Generalitat después de un largo periodo, a causa de la persecución de Jordi Pujol por la quiebra de Banca Catalana y su ilícito enriquecimiento. Cuando en 1987 fui nombrado fiscal jefe de la Audiencia de Barcelona, cada vez que acudía al Palau de la Generalitat a actos institucionales era tratado con evidente malestar y desagrado por el entonces president Pujol, y así hasta que en 1995 fui destinado a Madrid (como fiscal jefe Anticorrupción). -¿Qué opinión le merece los gestos de Rosa María Sardà y Maruja Torres, devolviendo la Cruz y las postreras esquelas? -Respeto y admiro las decisiones adoptadas por Rosa María Sardà y Maruja Torres.Y que así conste.
|
Comentarios
Publicar un comentario