El esplendor del Comedor de Gala del Palacio Real, por primera vez a la vista.-a


Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; Anllela Hormazabal Moya ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin; Ana Karina Gonzalez Huenchuñir; Alamiro Fernandez Acevedo; Francia Carolina Vera Valdes; Tatiana Flor Maulén Escobar; Raúl Meza Rodríguez; 




Catorce lámparas en bronce de la época fernandina, con 998 bombillas led, dan luz y esplendor al Comedor de Gala del Palacio Real de Madrid, donde el visitante puede contemplar a partir de ahora, con todo lujo de detalle, cómo reciben los Reyes a sus invitados.
Alfonso XII reconvirtió en 1879 las tres estancias de la reina, «tirando los tabiques y haciendo un gran salón de baile y un comedor de gala», donde hoy los Reyes y los Príncipes de Asturias celebran almuerzos y cenas oficiales, explica a Efestilo Álvaro Soler, jefe de Conservación de Patrimonio Nacional.
Por primera vez, se puede contemplar una mesa «vestida» y «milimétricamente montada» tal y como aparece en los actos oficiales, un modo de actualizar algunas de las estancias del palacio, que también ha renovado su iluminación introduciendo la tecnología led, lo que favorece la visibilidad sin dañar ninguna de las obras de arte que se exponen.
El Comedor de Gala, que puede albergar unos 120 comensales, exhibe una mesa con un inmaculado mantel de hilo al que acompañan servilletas bordadas con las iniciales de Don Juan Carlos y Doña Sofía. Sobre ella se distribuyen magníficas jardineras, fruteros y candelabros de la platería Christophe de París y de la española Martínez.
La cristalería, de línea clásica, pero «moderna», cuenta Soler, que está basada en un modelo de los años treinta y grabada con las iniciales de los Reyes, al igual que los platos de Limoges, blancos y delineados con un delicado filo de oro.
El conservador de Patrimonio Nacional indica que en la disposición de las sillas se refleja el protocolo que se sigue al sentar a los comensales, marcado por el eje central donde se acomoda el Rey. Para evitar la confusión, dos sillas, la de Don Juan Carlos y Doña Sofía, tienen ligeramente el respaldo más alto que el resto. Una de las curiosidades es que las sillas terminan en dos ruedas en sus patas anteriores, para facilitar que tomen asiento los invitados.
Carmen Díaz Gallego, conservadora de pintura de los siglos XVIII y XIX de Patrimonio Nacional, destaca la calidad artística de las pinturas murales del Comedor de Gala. La primera parte está dedicada a la aurora acompañada de las horas de Antón Rafael; la segunda pintura mural es de Antonio González Velázquez y representa a Cristobal Colón presentando el nuevo mundo a los Reyes Católicos y la tercera es otro fresco que representa la rendición de Granada con la presencia de Isabel, la Católica.



Los tapices tejidos en el siglo XVI son otro de los elementos a destacar, obra de Guillermo Pannemaker en oro, plata, seda y lana, así como los jarrones franceses. Otra de las principales novedades en la actualización del Palacio, que comenzó a construir Felipe V y en el que Carlos III estableció su residencia, tiene que ver con sus bombillas y fluorescentes, que han adoptado la tecnología led de bajo consumo.
Álvaro Soler señala que con ello pretenden incorporar la nueva iluminación a lámparas históricas del siglo XVIII, que han sabido adaptarse a la perfección al paso del tiempo, además de a las luces que iluminan los frescos. «No ha habido limitación» a la hora de aplicar esta tecnología. Con este cambio, la eficiencia energética es notable y el ahorro económico que se prevé «importante», en torno a 230.000 euros anuales, a lo que también se suma que la vida útil de las luminarias aumenta un 600 por cien.
Además, Soler añade como beneficio el hecho de que este tipo de iluminación más «azulada» y cercana a la «luz día», el «ojo humano» la interpreta mejor que la infrarroja. Una circunstancia que afecta de manera muy positiva especialmente a los «frescos» y tapices del palacio que ganan en visibilidad porque se pueden encender más luces durante más tiempo.

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